Buena reflexión Jordi. Estoy contigo en que cuanta más responsabilidad en la gestión educativa mayor debería ser la intención comunicativa, y mayor la presencia en redes.
De acuerdo que es un montón de trabajo y una tarea muy dura, la de dar la cara, explicar, justificar, y más ahora. Pero a la larga el sistema docente seguro que ganaría de la existencia de mejores canales de comunicación formales e informales. Y esa es la dirección a seguir, como comentas en tu post sobre las direcciones de centros, y los canales sociales que ya tienen abiertos.
Mucho me temo sin embargo que actualmente, y salvo excepciones, falta mejorar o recuperar el concepto de “servidor público”, y nos encontramos (usaré una imagen 😉 como cuando adelantamos un jaguar último modelo por la autopista: te extraña que vaya a 80-90 por la derecha, y piensas a dónde irá tan tranquilamente, con la prisa que tenemos todos siempre… hasta que caes en cuenta que “no va”, tiene un jaguar, “ya ha llegado”.
A cierto “nivel” no detectamos inquietud, sí mucho discurso, fantástico a veces, y muchas reuniones e informes, pero sin tomar riesgos, sin bajar a las aulas, no sea que la realidad le raye a uno el jaguar. Ya está todo hecho.
Y esto debería se justo al revés.
En los baremos para valorar estos cargos educativos podría intentarse establecer más y mejores indicadores de comunicación, y que estos valgan para valorar el rendimiento y la continuidad en el cargo.
Si realmente se quieren gestores educativos, y no políticos de confianza…
¡Un abrazo y gracias por compartir!